#RostrosDeLaCuarentena: “Me dio un síncope y en la red pública solo atienden casos de COVID-19”

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Moraima Díaz, paciente cardiópata, no se ha sentido bien estos días. No sabe si producto de una indigestión o porque su condición, que fue diagnosticada en el momento de su nacimiento, empeora: anomalía de Ebstein.

Caracas: “Tengo que ir al cardiópata y hacerme exámenes de rutina. Hace poco me dio un síncope, no sé si por una indigestión o por la misma condición que tengo: anomalía de Ebstein, pero en los hospitales de la red pública solo reciben casos de COVID-19”.

Moraima Díaz, de 42 años de edad, dice que no está complicada como otros pacientes, pero eso no evita que se preocupe: justo el pasado mes de marzo tenía que ir al médico y hacerse un electro y un ecocardiograma, y entonces empezó la cuarentena nacional. Los chequeos que se hace son anuales, pues está estable con los medicamentos. 

En enero fue al hospital Vargas solo para averiguar cómo podía ser paciente del servicio Cardiovascular y le dijeron que tenía que llevar un informe de un internista. No fue suficiente con el informe que la ha acompañado durante estos últimos cinco años, que demuestra el estado de su anomalía. 

Le pidieron, por seguridad médico-hospitalaria, otros documentos. Moraima se veía en consulta privada y su doctor tratante se fue del país. Como ya no puede pagar consultas privadas porque las cobran en dólares, empezó su peregrinaje por el hospital Vargas, pero no le dio chance de llegar a otras consultas públicas. Su salario le permite o comprar comida o comprar medicinas.

La anomalía de Ebstein es una malformación cardíaca rara que aparece en menos del 1 % de todas las cardiopatías congénitas.

En el Ebstein, la válvula tricúspide no está en su sitio normal, sino que parte de ella se desplaza hacia el ventrículo derecho (VD). Como consecuencia, una parte del VD pasa a integrar la aurícula derecha, recibe la sangre pero no tiene fuerza contráctil. 

Moraima sabe todas esas especificaciones médicas y durante toda su vida, incluso con la crisis humanitaria compleja que atraviesa el país desde hace cinco años, ha sabido sobrellevarla y mantener su calidad de vida. 

Ahora, en medio de la cuarentena que comenzó el pasado 16 de marzo, su angustia va y viene.

“Esta pandemia ha limitado la atención en la red pública de otras enfermedades. El sistema de salud se ha enfocado en el virus como tal, dejando a un lado a los pacientes con hipertensión, cáncer, cardiopatías, enfermedades ginecológicas. Y eso es muy importante porque la gente puede morir, se debe flexibilizar la atención de las personas sea cual sea su enfermedad”.

El corazón de Moraima se esfuerza mucho en condiciones normales. En crisis como la actual ella no sabe cómo se comportará, y más ahora que no está en manos de los especialistas.

Estoy muy preocupada. No me he hecho ni el Perfil 20. No he podido salir de mi casa en Catia. Estoy ubicando unos laboratorios que me dicen trabajan medio día para ir.

Afortunadamente, tiene reservas de aspirinas, una pastilla diaria que toma desde hace 15 años. Pero si se le acaban, no podría reponerlas: una caja actualmente cuesta 600.000 bolívares. Por eso también estaba urgida de ir al médico en la red pública.

Se cuida un poco con la alimentación, muy pocos granos, alimentos con hierro y grasas. “Sin embargo, en la dieta, por los costos de los productos, hay más carbohidratos”.

El Perfil 20 dice que se lo hará si le pagan la quincena este viernes 24 de abril.

En cuarentena y con una patología

Moraima vive la cuarentena con las limitaciones que atraviesa el resto de los venezolanos, pero en su caso añade una complicación cardíaca rara, para la cual ya no hay muchos especialistas.

La Federación Médica Venezolana, para el último trimestre de 2019, había indicado que la diáspora de profesionales de la salud alcanzaba los 30.000 médicos. 

Sin la certeza de cuándo será levantada la cuarentena, extendida hasta el 13 de mayo de 2020, Moraima, trabajadora social dedicada al área de la educación, se prepara de nuevo para ir a la calle. Lo hará por salud. Necesita descartar por qué el pasado fin de semana le dio un síncope.

Ya la ONU, precisamente hace un año, manifestó que el sistema de salud venezolano estaba afectado por la escasez de personal, la falta de suministros médicos, equipos y electricidad. 

En su informe dijo que la ausencia de medicamentos ha aumentado el riesgo de morbilidad y mortalidad por diabetes, hipertensión, cáncer y VIH/Sida. Otras enfermedades prevenibles y erradicadas hace varios años reaparecieron, como malaria, sarampión, difteria y tuberculosis.

Según las cifras que publicó, en Venezuela hay 2,8 millones de venezolanos que necesitan ayuda médica. Del total, 1,1 millones son menores de cinco años.

Las estadísticas aumentaron quizá por otros problemas como el acceso insuficiente al agua potable, luz y transporte. Casos como el de Moraima Díaz oscurecen el panorama.


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