La secuela de la saga protagonizada por Emily Blunt cuenta el porvenir de la familia amenazada por extrañas criaturas que llegaron a la Tierra

Caracas. El silencio oportuno vuelve a ser protagonista mientras el peligro ronda. Evelyn Abbott (Emily Blunt) vaga con sus tres hijos en un mundo diezmado por extrañas criaturas que repentinamente llegaron a la Tierra.

Un lugar en silencio: Parte II ubica al espectador en un contexto posapocalíptico conocido, como se vio en la primera entrega, cuando extraños seres empezaron a aniquilar todo ser vivo que emitiera sonido.

Como única manera de evadir una muerte segura, las personas aprenden a evitar acciones que llamen la atención de las monstruosas criaturas. A través del ruido, los inquietantes visitantes se enteran de la presencia de un ser vivo que puedan devorar. Es la manera de orientarse y reconocer la proximidad de otros. Entonces, para cada superviviente, un paso en falso es un llamado a la aniquilación inmediata.

Un lugar en silencio
En la película, hasta el dolor tiene que esconderse para sobrevivir

Debido a eso, por ejemplo, los protagonistas caminan descalzos para  evitar cualquier contacto que llegue a los sentidos de los alienígenas. Así es la dinámica que se ve en pantalla en esta segunda parte del largometraje dirigido y escrito por John Krasinski, quien también interpreta al padre de la familia.

Un lugar en silencio: Parte II es una secuela que al principio no ofrece mayor novedad. De hecho, la primera hora es un cúmulo de reiteraciones para ambientar lo evidente, situaciones que podrían resultar tediosas, sin mayor aporte.

La reaparición de un viejo amigo de la familia añade un elemento novedoso al curso de la película, pero llega un momento en el que se torna también en un recurso retórico para exponer ligeros conflictos que menoscaban el acuerdo de verosimilitud hasta ahora aceptado.

Sin embargo, cuando todo parece desfallecer, la obra resurge de un camino directo a las cenizas. El conflicto se revitaliza cuando lo previsible se deja a un lado en esta inquietante historia que desde su primera parte, estrenada en 2018, se convirtió en promesa del género de terror.

Un lugar en silencio
En 2018, la primera parte de la saga se convirtió en una de las obras con mejor crítica del género

John Krasinski recupera el pulso para ofrecer una historia que vuelve a generar la tensión ansiada, en la que las palabras no hacen falta para transmitir el acecho que viven los protagonistas, el desespero ante la posible desaparición, el misterio por lo venidero y la tensa calma de un repentino sosiego. Combinación certera de silencio, sonidos escalofriantes y violencia.

En Un lugar en silencio: Parte II, Emily Blunt se posiciona como personaje que al mejor estilo de Sarah Connor lidera la defensa de su descendencia. Además, en esta entrega la situación se complica por el bebé que ella acaba de tener, detalle nada ligero al momento de mantener el silencio cuando la pequeña criatura expresa las naturales ganas de comer o se asusta en un lugar cada vez más hostil.

Entonces el largometraje se vuelve poderoso. Los jóvenes de la familia, Regan Abbott (Millicent Simmonds) y Marcus Abbott (Noah Jupe), empiezan a tener cada vez más peso en la resolución del conflicto, cónsono con la madurez que deben tener para la edad de sus personajes, que han crecido en medio de tanto terror.

Un lugar en silencio
Esta segunda parte deja claramente las puertas abiertas para una tercera entrega

Uno de los puntos a favor de Un lugar en silencio: Parte II es cuando el director toma el riesgo de separar a la familia. Cada uno entonces vive un camino tortuoso hacia la supervivencia, con distintos giros en su devenir. Claro, también es una manera hábil de dejar todo listo para una tercera parte, que seguramente será bien recibida por el hype que deja esta entrega.

Cumple su función, a pesar de un comienzo extendido que casi acaba con su objetivo. Sin embargo, el largometraje no sólo se recupera y permite olvidar toda perorata inicial, y así deleitar con un vuelco imprevisto, avasallante y tenso, como se espera de este tipo de obras.

El silencio debe ser imponente en este tipo de propuestas, bien llevadas claro está, especialmente cuando el sonido suele tener tanta presencia en las pantallas. Por eso, si bien no se trata de cine mudo, esta saga brinda un elemento discursivo distinto al habitual en cartelera, como acabamos de ver recientemente también en obras como Sound of metal (2019), de Darius Marder, y en No respires (2016), de Fede Álvarez. Claro, el recurso también juega a favor de Un lugar en el silencio, pues los pocos diálogos y el logro del silencio absoluto, cuando se da, juega inevitablemente a favor del temor por lo venidero.


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