La falta de unidades de BusCaracas hace que las personas duren más tiempo esperando que llegando a su destino. Los malos olores, el calor y la lucha constante por lograr salir o entrar de los buses son solo una parte de lo que se padece en este medio transporte público.

Caracas. Usar el BusCaracas es una odisea. El sistema dejó de ser una opción para transportarse entre el norte y sur de la ciudad. Aunado al caos del Metro de Caracas y la cada vez más acentuada escasez de transporte público, la Línea 7, alimentadora del subterráneo, muestra su peor rostro: boleterías fuera de servicio (algunas nunca funcionaron), torniquetes doblados o retirados, pisos sucios y largas colas de personas esperando para abordar una de las tres unidades que aún prestan servicio.

Inaugurada en 2012 con una flota de 30 unidades articuladas, el BusCaracas prometía ser una solución vial que descongestionaría las avenidas Nueva Granada y Fuerzas Armadas, que conectan al norte con el sur caraqueño. Hoy es una muestra más de la desidia en la que se encuentra el transporte público –tanto particular como estatal– en Venezuela. Quienes dependen de este servicio para trasladarse lamentan cómo cada día empeora más.

Ana Graterol vive en Santa Mónica y diariamente debe pararse a las 4:00 a.m. Es madre de un niño de tres años y su rutina consiste en llevarlo a casa de sus padres para que la abuela lo cuide mientras ella trabaja. Depende casi en su totalidad del servicio gratuito que ofrece el Metro de Caracas para trasladarse. Su sueldo mensual y el dinero que le manda el papá del niño no le alcanza para gastar los 1800 bolívares diarios –como mínimo– que suman todas las camionetas que debería utilizar.

Me despierto a esa hora para arreglar todo y tratar de estar a las 7:00 a.m. en la casa de mis papás en Cotiza. De ahí tengo que agarrar BusCaracas otra vez hasta La Hoyada para ir a mi trabajo en Altamira”, explicó Graterol.

La rutina se repite en la tarde, a la inversa. Ana debe pedir permiso en su oficina para salir antes de las 2:00 p.m. a buscar a su hijo. Ya en la estación Las Flores –última del servicio–, deben esperar entre 30 y 40 minutos hasta que llegue alguna unidad. El transporte particular es casi inexistente y, cuando pasa alguno, casi siempre llega solamente hasta La Hoyada.

Foto: Luis Morillo

Son 40 minutos en los que los usuarios se deben armar de paciencia, “no hay de otra”, señala una señora tras no poder abordar la unidad que recién estaba saliendo. La larga espera es tan solo uno de los problemas con los que deben lidiar, pues la falta de aseo y el desorden tanto en las colas como al momento de montarse en las unidades incomodan el viaje a más de uno.

Los más afectados

Los adultos mayores son los más afectados. “A esta edad uno lo que quiere es trasladarse tranquilo. Si no es el tiempo que se tiene que esperar, son los empujones que recibes cuando te logras ‘medio montar’. Ya la gente no le para a si tienes 2 o 70 años”, señaló Virginia Gil, habitante de San Agustín.

Si salir de un vagón del Metro es cuesta arriba, hacerlo de una unidad de BusCaracas requiere el doble de esfuerzo. La alta demanda de usuarios, en parte debido al precio del pasaje y la escasez de camioneticas, es incompatible con las pocas unidades con las que cuenta el sistema. Las estaciones La Hoyada, Presidente Medina, La Bandera y Los Ilustres (de las once estaciones que componen el sistema) son las que tienen mayor cantidad de usuarios, por lo que es común que haya empujones y altercados.

El estado de las unidades es similar al de las estaciones. Foto: Luis Morillo

El desespero por llegar a sus destinos es palpable en todos los usuarios, pero especialmente entre los que no están todavía en la parada y ven acercarse la unidad, por lo que correr desde la estación del Metro La Hoyada hasta la parada de BusCaracas se ha vuelto una constante.

Permanecer en las instalaciones, sin embargo, no es grato: la falta de inversión estatal en el sistema se nota a simple vista.

Paredes sucias, barandas oxidadas, techos y vidrios rotos o con láminas a punto de caerse son evidencia de la desidia en la que se encuentra el servicio. Algunos usuarios denuncian también la falta de iluminación en las estaciones, que se presta para facilitar robos en las noches y a primeras horas de la mañana.

Dentro de las unidades el panorama no es más alentador. La falta de aseo es patente. “Aquí pareciera que hubiera vivido un indigente. Nosotros mismos ensuciamos y dañamos esto porque creemos que es regalado. Si cobraran por usar el servicio, la gente cuidara más”, se excusa un señor al ser consultado. Dice no recordar haber pagado alguna vez por usar el BusCaracas, solo que –cuando había operadores en las estaciones– regalaban los boletos a los usuarios para que pudieran pasar el torniquete.

Foto: Luis Morillo

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