La nueva película de Pixar cuenta la historia de seres de fuego, agua, aire y tierra que conviven en una ciudad, pero en la que las dinámicas pueden ser más adversas para unos 

Caracas. El fuego es intrigante. Su forma, que luce desafiante, ha cautivado a tantos desde hace mucho. Heráclito vio en el fuego el motivo de sus cavilaciones sobre destrucción y renovación. En la Biblia es la manifestación de furia, pero también de mensaje, como la zarza que ardía ante Moisés. En la mitología griega, Prometeo robó el fuego a los dioses para dárselo a los humanos. 

En la historia de todos los tiempos, que el humano domesticara el fuego representó un hito en su evolución, tanto en la alimentación como en las dinámicas diurnas y nocturnas. Y de fuego es Ember, la protagonista de Elementos, la más reciente película de Pixar. El largometraje animado toma la tradicional concepción de los cuatro elementos de la tierra para crear su mundo.

La metrópolis donde todo sucede alberga a los seres de aire, agua, tierra y fuego. Y la familia de Ember llega a la ciudad en búsqueda de un mejor devenir. Con los de fuego hay cierta resistencia. Intimidan y se les trata con cuidado. 

Ember y su familia tienen una modesta tienda de artículos para otros seres de fuego. Como en el ideario cinematográfico sobre Nueva York, Element City reúne a los elementos en distintas zonas donde suelen concentrarse aquellos que se reconocen más. 

Elementos
Los primeros en llegar a la ciudad fueron los de agua, luego los de tierra. Siguieron los de aire y fuego

Un accidente en la tienda hace que Ember conozca a Wade Ripple, un ser de agua que trabaja como inspector de la ciudad, un tipo correcto que nota las deficiencias en la infraestructura del local, por lo que procede a tomar nota para la denuncia. 

Sin embargo, entre los dos surge una química que hace que poco a poco él comprenda la consecuencias para ella de que proceda la denuncia; esa situación del inmigrante que a tientas busca establecerse en un lugar que no es del todo suyo.

El tema de la inmigración

Elementos es dirigida por Peter Sohn, quien fue responsable en 2015 de Un gran dinosaurio. Está inspirada en su historia familiar, hijo de padres coreanos que atravesaron el océano hasta Nueva York. 

El mensaje principal de la película es directo, es un elogio al riesgo de quien decide comenzar de nuevo en otros lugares, una loa a la integración, a la convivencia entre la diferencia. 

Llama la atención cómo logran concentrar distintos aspectos de los seres de llama en su quehacer. El fuego es el elemento mejor representado. Ante la adversidad de un entorno adverso salen a relucir todas sus facultades. 

Elementos
La película Elementos está actualmente en la cartelera nacional

Por eso, Ember puede moldear el acero o darle forma al vidrio para crear utensilios o adornos. Cuando está al límite, abrumada, puede generar caos al estallar.  Como el fuego en la vida real, su abanico de posibilidades es amplio. Y por eso, tal cual como el ser humano, durante la trama va entendiendo cómo manejar su elemento, en un proceso que va a la par con la resolución de sus conflictos. 

Y en la película, como también se encuentra bajo presión por lo que su familia espera de ella, el personaje se encuentra en esa vorágine de sentimientos en los que el control es parte de un proceso de aprendizaje. Ya los más adultos, o aquellos elementos con mayor aceptación en la ciudad, han docilitado la intensidad de sus facultades. Por eso vemos que los de aire tienen su mejor exposición como jugadores de un deporte que levanta pasiones, una forma de atenuar esa parte violenta que los caracteriza. 

No hay que olvidar que la ciudad es referente del encuentro, como esas metrópolis que tienen sus cimientos en aquellos dispuestos a dar lo máximo a través del trabajo. Tanto Ember como su familia son constantes en la labor, y ella en un aprieto citadino, da lo mejor de sí para resolver el problema que le competía a la municipalidad. En su caos, florece todo lo que pude dar. Solo basta con controlarlo. En la dificultad comprende su esencia. 

Elementos
La película apunta también a un tenue humor en medio del drama de su protagonista
La tierra y el aire con poco protagonismo

El segundo elemento mejor desarrollado es el agua. Wade Ripple, además de integrarse con facilidad a las corrientes, tiende a empatizar más rápidamente con otros. Son seres sensibles, con gran aprecio hacia el arte, a esa capacidad creadora del otro. Hay cierta bohemia en su familia que suma un dinamismo entre todos los contrastes planteado en Elementos, una muy buena representación de las diversidades de todo lugar cosmopolita, de esos lugares de encuentro en los que los deseos por superarse son tantos.

Ahora bien, de los otros es poco lo que se profundiza. Más allá del ejemplo de los jugadores de aire, no hay mayor cosa con respecto a estos elementos, igualmente ocurre con los de tierra. 

La cinta invita al encuentro

La animación es digna de una película de Pixar. No hay más que decir. Sin embargo, es cierto que su universo recuerda a Intensamente, y no solo en lo visual, sino en la lectura de su mensaje; así como también hay reminiscencias de Zootopia, de Walt Disney Animation Studios. Este es un punto que puede saturar a parte de la audiencia, predispuesta a una historia que les puede parecer una reiteración en fondo y forma. 

En conjunto, es un largometraje que invita al encuentro, al recordar la integración como parte de la historia milenaria de la humanidad. Los países que a la vez son todos los países, consecuencias de los flujos de seres que han recorrido los caminos desde siempre. Pero Elementos no solo es una historia familiar, sino también sobre dar lo más por el otro, incluso de sacrificio en su máxima expresión en una historia de amor. Un sentimiento que en transmutaciones es capaz de hacer volver a la vida.


Participa en la conversación