Esta mujer es una guerrera en el barrio. Ha viajado por Europa y Latinoamérica reforzando sus aptitudes para trabajar con la gente. Fue una de las luchadoras que logró meter las redes de cañerías a La Pedrera.

Caracas. Salió del 23 de Enero y se instaló en Antímano siendo una chamita. Se casó muy joven y por eso interrumpió los estudios. Pronto le llegó la noticia de un embarazo y de nuevo aplazó la idea de prepararse para un futuro. Ya con casi 30 años a cuestas María Rodríguez decidió echarle pichón y se metió de lleno en los libros.

En un parasistemas sacó el bachillerato y se inscribió en la Oficina de Planificación del Sector Universitario, Opsu. “Quedé en la Universidad Central de Venezuela, y no es que quiera ser presumida, pero salí mejor que muchos jóvenes recién salidos de colegios privados, los cuales para ese entonces eran muy buenos”.

Se licenció en Trabajo Social. “Es algo que me apasiona, pero creo que sin titularme ya llevaba eso en la sangre, me debo al trabajo comunitario, es lo mejor que hago, entender que uno se debe a la gente y al bienestar de los demás por encima de los intereses propios es algo para lo cual no todos están capacitados y yo me preparé para eso”, contó esta humilde mujer que en 20 años desde que salió de la UCV se dio el lujo de irse a formar en talleres en Perú, Ecuador, Chile, Argentina, República Dominicana, España, Suecia, Estocolmo, Francia e Italia.

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A María le costó un poco enumerar los países y las visitas repetidas a cada uno de ellos. “Soy buena hablando, pero no de mí. Eso cuesta, no es fácil, pues como te digo lo que hago es en pro del otro”.

Cualquiera pudiera pensar que con todo ese currículum María debería estar viviendo en una zona privilegiada. Sin embargo eso no es así. Se graduó, cruzó las fronteras, pero siempre regresó a La Pedrera en Antímano, a su casa pequeña y muy humilde, que está llena de libros y de  tejidos, pues se dedica a ese oficio en los tiempos libres.

Trabaja formalmente desde hace 20 años en la Alcaldía de Libertador en la Dirección Antidrogas. Dicta talleres y da orientación en las escuelas. Y una vez que sale de la oficina, se va a su barrio a compartir con los vecinos. Los viajes los costeó con su sudor, reuniendo las utilidades, los bonos y las vacaciones.

Organiza encuentros vecinales, promueve la prevención frente al consumo de estupefacientes y le mete el pecho a todos los problemas generados por la deficiencia de los servicios.

“Cuando llegamos a la comunidad, éramos cerca de 500 familias. Aquí no había pocetas, la gente hacía sus necesidades en bolsas y las lanzaban por el barranco. Tampoco había redes de cañerías ni aguas servidas. Nosotros nos unimos y fuimos metiendo los servicios. Íbamos a la alcaldía a buscar apoyo. Una vez, en la época de Antonio Ledezma, nos dieron los materiales. Nombramos una comisión para que los resguardara y pusimos en marcha la obra”.

Luego en 2010 llegó Chávez y ordenó el desalojo de La Pedrera. “Pero si lo llevaron a lo que estaba más feo, él por supuesto que nos manda a sacar. Eso no era necesario. Aquí no todo se estaba cayendo. Una prueba es que seguimos en la zona. No es fácil porque tumbaron una parte de la calle principal y eso nos dificulta más la cosa. En esa oportunidad me opuse a que nos llevaran a un refugio”.

Luego que lograron meterle pocetas a las casas, mejoraron la vía y construyeron cinco escaleras para comunicar el barrio. También reforzaron el transporte y metieron otra línea de jeepses.

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Ahora María Rodríguez y su esposo están de lleno en el trabajo social. Tiene dos hijas, un hijo y cinco nietos. Sus hijos son profesionales y viven en el mismo barrio.

“Mi satisfacción es que aquí la gente sabe de uno. He visto a muchos muchachos que luego de recibir orientación, vienen y me dicen que se están graduando. Eso es muy grande y es lo bueno que logro sacar de todo este trabajo comunitario”.


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