Andrés siempre sale en su bicicleta con un morral repleto de arepas para ayudar a los más necesitados

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La principal motivación de Andrés para idear un plan de ayuda fue ver la situación de las personas que viven en la calle. A quienes la crisis les pegó tan duro que, aunque tienen un hogar y una familia, deben buscar comida entre la basura. Y otros que, durante los primeros días de la pandemia en el país, estuvieron abandonados y sin recursos.

Caracas. Una mujer asomó su cabeza por la puerta de un restaurante de Plaza Venezuela para pedir comida. ¡Señora, señora!, le gritó a lo lejos un hombre desde su bicicleta. Cuando la señora volteó, él le preguntó si quería una arepa. Con su mirada dijo que sí y caminó para agarrarla. El hombre volvió a pedalear y dejó atrás a una mujer que abrazó su arepa, le dio un beso y agradeció a Dios haciendo señas al cielo.

Gracias mi pana, Dios te bendiga, Gracias, gracias, gracias, es lo que se escucha cuando Andrés Burgos sale a la calle con un morral lleno de arepas para ayudar a las personas en situación de calle e, incluso, a los barrenderos de la ciudad con la primera comida del día, que en algunos casos llega a ser la única.

Andrés se despierta a las 3:00 a. m. para hacer las arepas. Tiene la medida exacta y sabe que con un paquete de harina de maíz salen al menos 24 arepas. Para su último recorrido del viernes 15 de enero hizo 58, pero ha llegado a sacar entre 150 y 180 arepas para recorridos más largos.

Foto: Tairy Gamboa

La cocina de su casa es pequeña, pero es perfecta para que él solo pueda hacer todas las arepas. Usa dos tostiarepa, budares y el horno, para que el trabajo sea más rápido. Mientras van saliendo, las va rellenando con una especie de guiso hecho con lentejas, zanahoria, calabacín, cúrcuma y jamón rallado. Luego, las empaca en pequeñas bolsas plásticas transparentes y las mete en su bolso.

Todo está listo a eso de las 7:00 a. m.; se pone sus audífonos para escuchar música, lentes de sol, tapabocas y sale de su casa en una bicicleta que tiene un afiche que dice Biciarepazo para un recorrido desde Los Chorros hasta Sabana Grande, y en algunas oportunidades visita otros sitios.

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Foto: Tairy Gamboa

La principal motivación de Andrés para idear un plan de ayuda fue ver la situación de las personas que viven en la calle. A quienes la crisis les pegó tan duro que, aunque tienen un hogar y una familia, deben buscar comida entre la basura. Y otros que, durante los primeros días de la pandemia en el país, estuvieron abandonados y sin recursos.

Y es que en el país hay muchos que están pasando hambre. Los indicadores de la Encuesta Sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi 2019-20) mostraron que durante los últimos seis años la población entró en una pobreza comparable con países de África, y en la región se convirtió en la nación más pobre y segunda más desigual después de Brasil.

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Foto: Tairy Gamboa
Y llegó el Biciarepazo

Al principio, Andrés preparaba almuerzos una vez cada quince días y los repartía por varios puntos de Caracas. Un día su camioneta se incendió y no pudo hacerlo más. Como siempre le gustó andar en bicicleta, fue en septiembre de 2019 cuando se le ocurrió la idea del Biciarepazo.

Un año y cuatro meses después, Andrés puede decir que tiene clientes fijos, que son las personas que ya conoce porque siempre están en la misma zona de Caracas y él los ayuda con su arepa. Cuando lo ven llegar, es inmediato que sueltan la basura que estaban hurgando y los ojos se les ponen achinaditos por la sonrisa que se les dibuja debajo del tapaboca.

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Foto: Tairy Gamboa

Un día vi en la avenida Francisco Solano a un señor bien vestido que estaba buscando comida en la basura. Me extrañó. Cuando hablé con él me dijo que ganaba unos 4 millones de bolívares y le daban un bono en dólares, pero por la pandemia no se lo podían seguir pagando. Por eso estaba buscando algo qué comer, contó Andrés.

Andrés siempre prepara su ruta según los sectores que también sean seguros para él y por donde sabe que puede conseguir personas que necesiten la ayuda.

Casi al final de la avenida Libertador un gran grupo de hombres lo recibieron con mucho ánimo. Él frenó su bicicleta y poco a poco fue sacando las arepas por un pequeño bolsillo de su morral. La palabra “gracias” se repitió tantas veces como fue posible. Algunos se comían la arepa de una vez, otros la guardaban para más tarde.

Foto: Tairy Gamboa

Esto es lo primero que voy a comer hoy y, hasta ahora, lo único que tengo asegurado, afirmó Ricardo Yáñez, y dijo que siempre ve a Andrés y agradece a Dios. Cuando por algún motivo no pasa, pueden estar todo el día sin alimentarse o comen cualquier cosa al final de la tarde para engañar el estómago.

Ricardo prefiere pasar hambre para que sus hijos estén bien. El poco dinero que hace con la recolección de cartón en la basura, que empaqueta y vende, se lo da a su esposa para que compre comida para los niños.

Esto pasa en un país donde, según Encovi, en uno de cada cuatro hogares la inseguridad alimentaria es severa.

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Foto: Tairy Gamboa
Va a rodar por más ayuda

Andrés ha llevado el Biciarepazo dos veces a Vargas y se sorprendió de realidades en comunidades desde Catia La Mar hasta Anare. Además, ha visitado Aragua desde la Encrucijada hasta Maracay. Le gustaría viajar más por Venezuela porque, aparte de que le apasiona el ciclismo, quiere crear una semillita para que su proyecto se replique en muchas partes del país.

La próxima ayuda será el 27 de febrero, día en que se celebra el Gran Almuerzo Nacional en Barquisimeto. Esperan salir un grupo en bicicleta desde la bajada de Tazón hasta Valencia, para después de un descanso tomar la vía hacia Lara. Junto con la Fundación Regalando Alegría, llevarán los materiales para preparar unas 500 arepas.

Desde el año pasado las donaciones han bajado mucho, y por eso queremos hacer ruido, resaltó Andrés.

Será la primera ayuda que se realiza con ciclistas de varios estados. Rodarán más de 360 kilómetros con la sola intención de apoyar y dejar sembrada la semilla de la colaboración.

Andrés admitió que después de sus primeras entregas tenía que hacer una pausa durante el día para tomar aire. Para entender lo que había vivido y procesar todas las miradas de hambre que había visto. Por eso no quiere parar de rodar en su bicicleta con arepas para ayudar a los más necesitados.

Foto: Tairy Gamboa

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