Día Internacional de la Mujer Indígena: una reivindicación descuidada en Venezuela

Día Internacional de la Mujer Indígena: reivindicación adeudada en Venezuela

La mujer indígena es la que tiene la mayor responsabilidad en el hogar y sus comunidades. Pero lejos de reivindicarse sus derechos, en Venezuela son cada vez más vulnerados, en especial en lo que se refiere a atención primaria en salud.

Ciudad Guayana. El 5 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Mujer Indígena. Esta conmemoración se instituyó en 1983, en el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, en Tihuanacu, Bolivia. Se propuso en honor a Bartolina Sisa, una dirigente indígena aymara asesinada el 5 de septiembre de 1782, luego de liderar una sublevación indígena contra la Corona española.

A propósito de este día, vale la pena destacar el papel de la mujer indígena en Venezuela, sus derechos y la atención que reciben de parte del Estado. Las condiciones en materia de salud, educación, alimentación, área laboral, entre otros, simplemente evidencia la cada vez mayor vulnerabilidad de estas comunidades.

Yaritza Rodríguez es una líder indígena del pueblo baré y promotora indígena de la asociación civil Kapé Kapé, en Amazonas. Destaca que actualmente la mujer indígena es violentada en tres aspectos: por ser mujer, por ser indígena y por ser pobre.

Frecuentemente, somos revictimizadas por las diversas formas de violencia contra la mujer. En el tema de salud está la violencia obstétrica, como resultado de que la mayoría de las mujeres indígenas no hablan el castellano y a menudo requieren de un intérprete o traductor de nuestro idioma. En el caso de la mujer indígena yanomami, por ejemplo, su idioma es prácticamente desconocido y difícil para los médicos de los centros de salud”, explica Rodríguez.

La violencia obstétrica se traduce en el maltrato que reciben, sobre todo, cuando van a dar luz, pues no son bien atendidas, y, en el caso de requerir una asistencia en especial, la barrera del idioma constituye un obstáculo insalvable.

Sin atención primaria

A ello se le suma que acudir a un centro de salud en Puerto Ayacucho, en busca de una atención médica primaria, representa una verdadera dificultad, en especial para las parturientas.

Siméon Rojas, investigador de Kapé Kapé en Amazonas, destaca también que en las comunidades indígenas de este estado casi ninguno de los ambulatorios presta servicio.

“Es un problema con el que tienen que lidiar las mujeres a la hora de enfermarse ellas o sus hijos, porque no tienen atención de salud en lo inmediato. Tienen que recurrir a la medicina tradicional, matas o hierbas que culturalmente conocen, o trasladarse desde sus comunidades hasta Puerto Ayacucho”, agrega Rojas.

Los traslados entre las comunidades indígenas hasta la capital de Amazonas se complican por un nulo transporte público. Si son comunidades remotas es mucho más grave. Algunas de ellas quedan prácticamente incomunicadas al no contar con combustible, bien para el transporte terrestre o para el acuático.

Mujer Indígena
La mujer indígena es vulnerada en los derechos a la salud, la alimentación, la educación y el trabajo. Foto: Instagram Kapé Kapé
Abandono educativo

La educación para la mujer indígena y todo su entorno mermó por la misma crisis social y económica en el país. La líder indígena Yaritza Rodríguez enfatiza que en Amazonas es predominante el abandono de las aulas de clases por parte de los maestros para dedicarse al trabajo de la minería. Incluso los alumnos abandonan el sistema educativo.

Como madres y como indígenas nos toca ver con dolor el declive. Nos toca ver cómo nuestros propios hijos deciden no ir más a la escuela porque les faltan zapatos, uniformes o porque no se les puede comprar un cuaderno o los útiles escolares. Hasta los maestros abandonan las aulas para buscar un mejor futuro. Nos da dolor ver cómo nuestros hijos abandonan un sueño de superación o de ir a una universidad por simplemente dedicarse a lo que somos, las labores del trabajo o la minería ilegal”, lamenta Rodríguez.

Le preocupa que en el futuro no haya indígenas profesionales, sino que se dediquen a la minería o sean reclutados por grupos irregulares.

El investigador de Kapé Kapé agrega que si bien las mujeres indígenas tienen el peso de la responsabilidad de formación en el hogar y de preparar a los niños para enviarlos a la escuela, en Amazonas hay severas fallas en el servicio de telecomunicaciones, del cual carecen estas comunidades.

En el contexto de la pandemia de COVID-19, las asignaciones se han enviado a domicilio. Los maestros las han distribuido en cada casa de la comunidad y las madres han ayudado a los hijos con las tareas. El hecho de que muchas escuelas queden dentro de la misma comunidad facilita a maestros y representantes tener esa interacción. El problema se presenta cuando las escuelas quedan lejos de las comunidades.

Día internacional d ela mujer indígena
Cada 5 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Mujer Indígena, que se instituyó en 1983, en el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, en Tihuanacu, Bolivia. Foto: Instagram Kapé Kapé
La tradición no es suficiente

En materia laboral, predomina el trabajo de la mujer indígena en la agricultura y el campo.

Muchas de nosotras nos dedicamos al trabajo de la siembra y la cosecha, la elaboración del casabe, del mañoco y, actualmente, se ejecuta un nuevo emprendimiento de elaboración de mermeladas y dulces típicos con frutas como la manaca, el túpiro y el moriche”, destaca Rodríguez.

Si bien el Estado debe garantizar el servicio de transporte, no es así. La mayoría de las comunidades de Amazonas quedan alejadas de Puerto Ayacucho, donde comercializan sus productos los días sábados.

“El servicio de transporte es prácticamente nulo. En pandemia y desde que empezó el problema del combustible, el traslado de nuestros productos hacia Puerto Ayacucho para comercializarlos, venderlos, a veces no se puede y ocasiona que se pierda la cosecha o el producto que se tenía pensado comercializar. Esto afecta nuestro sistema económico, porque el indígena depende mucho de lo que es la tierra, pero hay cosas que no sabemos cómo hacer”, señala Rodríguez.

Agrega: “Un plato de comida en la mesa de un indígena puede ser un pescado con mañoco, con casabe, con yuca, pero los indígenas no sabemos cómo hacer un jabón, azúcar, cómo hacer nuestros productos de la vida diaria que se comercializan en Puerto Ayacucho y cómo usar una moneda extranjera. Esto obliga a comercializar nuestros productos en pesos colombianos”.

Desatención en Bolívar

La realidad de la mujer indígena en Amazonas no varía mucho con respecto a las necesidades que enfrentan las de Bolívar.

Yoalis Alhuaca, indígena Chaima en Bolívar, hace mención de la transculturización y la pérdida de las tradiciones indígenas en zonas como Los Pijigüaos, Santa Elena de Uairén, Tumeremo, El Callao y El Dorado.

Las mujeres indígenas jivi, wotjuja, eñepá, viven de lo que es la artesanía. Los que viven a orillas del Caroní, de la pesca, la caza; y algunas están dedicadas a la siembra. Pero se ha perdido un poco lo que es la cultura del pueblo indígena, han transculturizado lo que es la sociedad, su ámbito y creencias. Las hermanas pemonas de Santa Elena de Uairén, de Las Claritas, han cambiado un poco su cultura de siembra y cacería”, señala Alhuaca.

Algunas elaboran casabe, mañoco, cachire, bebidas tradicionales para sustentarse. Unas trabajan en el comercio, otras en la minería, en la que no todo lo que brilla es oro y se enfrentan a los peligros que implica esta actividad en el sur de Bolívar.

“En salud, a veces las atienden. El gobernador (Justo Noguera Pietri) ha atendido 85 % de lo que es el territorio de Santa Elena de Uairén, en Gran Sabana. En Sifontes no se ha visto la atención como tal en salud. Allá la salud es autosustentable, ellos mismos se atienden, ellos tienen un módulo y por medio de ellos obtienen algunos medicamentos. Unos son atendidos en Tumeremo, otros en Ciudad Bolívar o Ciudad Guayana”, detalla la indígena del pueblo Chaima.

Educación en pandemia

La educación para las mujeres indígenas y toda la comunidad en general, prácticamente, se paralizó en pandemia.

“Eso no quita que los padres tienen que afincarse más en la educación con los niños. Pero muchos no cuentan con Internet, computadoras o teléfonos inteligentes para su educación”, alega Alhuaca.

Lo que sí destaca como positivo es la promoción de actividades deportivas. Algunas mujeres indígenas practican disciplinas como voleibol o kickingball.

Vivir de la basura

Mientras un grupo trata de mantener sus tradiciones ancestrales, otras recurren a la minería. A Bolívar llegan mujeres indígenas de Delta Amacuro a trabajar en la basura.

De los caños llegan en curiaras mujeres indígenas que por una semana o hasta un mes habitan en el sector de Cañaveral, en Ciudad Guayana. En esta zona se construyó lo que sería el relleno sanitario, nunca puesto en funcionamiento. Sin embargo, los desechos sólidos se destinan en las adyacencias.

Allí llegan personas de San Félix y Puerto Ordaz, pero también mujeres indígenas que recolectan hierro, aluminio y plástico para venderlo como chatarra. El dinero que recolectan les sirve no solo para comprar alimentos de la cesta básica. En el caso de las mujeres indígenas, lo invierten en artículos de limpieza e higiene.

Indígenas de Delta Amacuro y Bolívar recurren a la recolección de aluminio, hierro o plástico en el vertedero de Cañaveral, para  venderlo como chatarra y obtener ingresos para comida y artículos de limpieza e higiene. Foto Jhoalys Siverio

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