Seis años sin dragar ríos de Canoabo causaron inundaciones que afectaron a 133 familias

La falta de un seguimiento a la legislación de medio ambiente en Venezuela y el cumplimiento de esta pudo haber evitado gran parte de la desgracias en Canoabo. La construcción y la tala en los márgenes de los ríos crearon un caldo de cultivo.

Valencia- No hace falta adentrarse mucho en el pueblo de Canoabo para visualizar los estragos que ocasionaron cuatro largas horas de lluvia torrencial en la población ubicada en el municipio Bejuma, al eje occidental de Carabobo. Justo en la cara suroeste de la Plaza Bolívar se alza un muro en el que se lee propaganda chavista y el nombre de la Misión Barrio Obrero, Barrio Tricolor. Producto del temporal, la mitad de esa pared se derrumbó. Los funcionarios de Protección Civil están en la zona junto con la Policía del estado Carabobo.

Fotografía: Armando Díaz.

Dicho derrumbe es solo un abreboca de lo que sufrió buena parte de las comunidades que integran la parroquia. Las calles de cemento están llenas de tierra, fango y restos de sucio. Puesto que el agua de los ríos que surcan Canoabo se salieron de control. Los destrozos ocurrieron el sábado 6 de agosto y para los cerca de 8000 habitantes de Canoabo esto ha sido un evento inédito.

Todos en el pueblo hablan de a quién se le metió el agua, quién perdió la nevera o los colchones. Los que no sufrieron daños se han abocado a ayudar, pero otros, lo perdieron todo.

Yajaira Ochoa. Tiene 30 años viviendo en una casa colonial reformada. Está en la calle Coronel, una de las calles que atraviesa la Plaza Bolívar, pero ella vive a tres cuadras de distancia. Llegó a los 18 años de edad a Canoabo en compañía de su marido y más nunca se fueron.

Mujer Canoabo
Fotografía: Armando Díaz.

El 6 de agosto a las 7:00 p.m. Ochoa estaba barriendo su casa, porque ya se había dado cuenta que el agua se estaba metiendo por las puertas que dan hacia la calle, pero no le dio mucha importancia hasta que abrió la puerta de su cocina que da con un pequeño patio frontal y el agua entró a borbotones, lo cual la asustó porque le llegaba por debajo de las rodillas.

Fotografía: Armando Díaz.

“El agua venía con barro incluido y te empujaba. Todo fue muy rápido y veía como el agua se metía en mi cocinita y mi nevera. Mira como se puso la cocina”.

Ochoa señala el enser y la pintura blanca se desconchó, muestra el óxido del metal y aunque no se había dañado, mientras la movía para colocarla en un lugar más seguro luego del aguacero se dio cuenta que la máquina ya no funcionaba.

En la medida que el agua comenzaba a entrar por todas las entradas de la casa el pánico se apoderaba de Yajaira Ochoa quien comenzó a gritar, en compañía de sus dos hijas la de 22 y la de 14. “Tenía miedo de que nos ahogáramos y lo que decía era: ¡Auxilio, auxilio! Mi esposo no estaba y pensé que nos moriríamos”.

Debido a los gritos los vecinos acudieron en su auxilio y las ayudaron a subir a la platabanda de la casa de al lado que pertenece a su cuñada y ahí estuvo desde las 8:00 p.m. hasta las 2:00 a.m.

Fotografía: Armando Díaz.

“Estoy cansada y muy nerviosa”. Explica Ochoa quien al recorrer su casa señala los cuadernos de su hija menor, Karla, esparcido por todo el suelo, mojados, abombados. Nada de sus útiles escolares se salvó.

Me tocará comprarle un cuadernito y esperar que el gobierno nos de algo, porque no hay plata para eso”.

Fotografía: Armando Díaz.

La casa de Ochoa es parte de la propiedad del legendario poeta y escritor Vicente Gerbasi, cuando se sale a la entrada de la casa, se observa el fango y que aún está sumergida bajo el agua, la caña amarga está amontonada y algunos peluches reposan empantanados con los colchones

“Tengo miedo de que vuelva a llover. Vivir esto dos veces seria terrible”. Ochoa vive además con su cuñada, una mujer que observa temerosa desde un cuarto. Las tres mujeres presentes en la casa están nerviosas, saben que si el cielo sigue nublándose, el episodio puede repetirse

Fotografía: Armando Díaz.

El agua revive la aneurisma

Un ataque de pánicos fue lo que le entró a Isidro Ramón Ortega, cuando el agua empezó a devorar su precario hogar. Es la última casa de la calle Coronel, en donde el cemento desaparece y se vuelve tierra. No hay aceras, ni alumbrado público. Frente a su casa está el río Capa y una Virgen de Fátima en una gruta, pero la divinidad de la madre de Dios no evitó que la desgracia volviera a su vida.

Ortega llegó a Canoabo hace 12 años . Llevaba mucho tiempo en Valencia y por cosas del destino y un terrible aneurisma decidió reencontrarse con su familia y encontrar paz en la localidad, la cual visitaba los fines de semana.

En ese tiempo construyó su casa. “Fueron años de esfuerzo”. Parte de ese esfuerzo se lo llevó el río, el cual ve todos los días al despertar mientras toma café o agua. Originalmente, el terreno pertenecía a la hacienda Capa y esta comenzó a vender parcelas, la de él es de 15×15, mientras que la vecina es de 12×12.

Fotografía: Armando Díaz.

A las 6:00 p.m. empezó la lluvia y a las 7:00 p.m. el río se desbordó. Quizás fue el primero en advertirlo por un tema de cercanía. Pero realmente no se dio cuenta.

Yo vi la lluvia y no le di importancia y me acosté a dormir temprano, me desperté y cuando puse los pies en el suelo sentí el agua”.

De inmediato, le atacaron los nervios, al ver el agua subir y pasar poco a poco de la calle al encementado de su porche y comenzar a cubrir más centímetros de la pared. Un ataque de náuseas invadió a Ortega que empezó a vomitar en el jardín ya húmedo y sumergido en agua. Los vecinos al ver la reacción de Isidro Ortega corrieron a rescatarlo, puesto que todos estaban al tanto de la condición de salud de Ortega. “Siempre tengo que tratar de mantener la calma, cualquier evento desafortunado puede dejarme muy mal”.

Fotografía: Armando Díaz.

Ortega intentaba respirar profundo y calmarse mientras lo sacaban en voladillas de su casa a la cual veía con temor como el agua se la devoraba.

A las 11:00 p.m. Ortega decidió regresar a su casa y se encontró con un panorama desolador. Si bien la casa no había desaparecido, seguía en pie, pero el fango había ocupado el lugar como si se tratase de un habitante. La nevera estaba tirada en el suelo, la lavadora estaba muy lejos, casi a orillas del río, junto con otros peroles.

“Eso fue increíble. Yo pensaba que era una pesadilla, pero no no era así, porque no estaba durmiendo en mi cama. Mi cama estaba en el suelo, mojada y cubierta por el barro. Me dio mucho sentimiento, dolor, tristeza. En esta vida me han pasado tantas cosas malas y cuando creo que todo va a acabar algo vuelve a pasar. Me han robado mi camioneta dos veces. Estoy desahuciado médicamente y Dios me ofreció una nueva oportunidad, pero esto no se lo deseo a nadie”.

Fotografía: Armando Díaz.

Hay algo que le causa una sensación de rabia e indignación Isidro Ramón Ortega y es la falta de diligencia por parte de las autoridades gubernamentales. De acuerdo con el afectado, tanto el río Capa como Los Naranjos, tenían seis años sin ser dragado, aunado a esto la tala de árboles en los márgenes del río y la construcción de viviendas en sus cercanías desataron la tragedia.

“Ellos dijeron que tenían la máquina, que la iban a traer, pero resulta que se dañó y así terminamos. Ellos trajeron la máquina de hecho. Yo se las cuidaba, pero no pasó nada. Esto es culpa de todos los gobiernos que pasaron. Si es cierto que el alcalde Lorenzo Remedios y la concejal Adriana Granadillo han resuelto algunos de los problemas de Canoabo, pero no es suficiente”.

Fotografía: Armando Díaz.

Ortega estaba terminando de construir en la parte trasera de su cuarto y unas habitaciones para hospedar personas. “Quería alquilarlos para que estudiantes de la Universidad Simón Rodríguez vinieran y así vivir del alquiler, pero el río arruinó todo”, dice soltando algunas lagrimas.

Según  Jesús París Lara, secretario general de gobierno y secretario (e) de Seguridad Ciudadana de la Gobernación de Carabobo; 133 familias de Canoabo se vieron afectadas por la crecida de los ríos.

Fotografía: Armando Díaz.

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