También hay déficit de unidades de cuidados intensivos pediátricas: funcionan 20 en cinco centros de referencia nacional, ubicados en el área metropolitana.
Caracas. “Enfermarse en este país es un verdadero calvario”, aseveró Carlos Zambrano. La falta de medicinas y las múltiples carencias de los centros asistenciales provocan que la gente salga de la institución peor que como entró. “Llevé a mi mamá al Vargas y por suerte encontramos un cupo en la terapia intensiva. Hasta para entrar a este servicio ruletean a los pacientes, porque no hay cupos. En ese hospital cuando ingresamos había disponibles cuatro camas y no en las mejores condiciones”, expresó.
Contó que a su mamá los médicos le dieron muy buena atención. Lo malo, denunció, es que trabajan con las uñas. Él mismo fue testigo del momento en que los doctores le rezaban a los equipos para que no se dañaran.
El padecimiento de Zambrano lo tienen miles de venezolanos cuando al enfermarse se encuentran con que los hospitales no tienen camas disponibles, ni equipos ni mucho menos insumos.
Entre mayo y julio de este año, Crónica.Uno visitó semanalmente los servicios de cuidados intensivos de cinco hospitales de Caracas: Jesús Yerena de Lídice, José María Vargas, José Gregorio Hernández de Los Magallanes y los Periféricos Ricardo Baquero González de Catia y Leopoldo Manrique Terrero de Coche; y recopiló una data que revela que solo funcionan 41 % de las camas de terapia intensiva (TI). Ese dato indica que de 39 camas instaladas para las TI, apenas están operativas 16.
En estos cinco hospitales hay disponibles 847 camas para todos los servicios: 320 en el Vargas; 91 en Coche; 103 en Lídice; 100 en Catia y 233 en Los Magallanes. Y según estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos 10 % de las unidades instaladas en cada uno deben destinarse para cuidados intensivos, lo cual se incumple.
“Es una ruleta rusa llegar a la terapia. Es una zozobra estar en el pasillo y escuchar que los ventiladores tienen fallas, que no hay insumos para tomar las vías. Uno gasta un dineral para mantener a un familiar en cuidados intensivos”, relató Zambrano.
Servicio a media máquina
En el caso del Vargas, donde están disponibles 5 de las 14 camas de TI, Zambrano aseguró que el servicio funciona a media máquina. “El aire acondicionado es pésimo, teníamos que llevar los centros de cama y hasta un colchón antiescaras”.
Además, todos los días tenían que hacerle al paciente exámenes en laboratorios privados, principalmente para contarle los electrolitos, que cuestan 2.600 bolívares; medirle los gases arteriales, cuyo gasto fue de 3.000 bolívares; la serología, para ver si había adquirido una bacteria; llevarle pañales y todos los medicamentos, incluso soluciones, alcohol, gasas y algodón.
En este mismo centro, por las noches, les sacan unos sillones a los familiares para que medio descansen. No obstante, en el día los guardan, así que se quedan sin lugar para sentarse. Los allegados que permanecen fijos en el recinto deambulaban de un lado a otro con los enseres del enfermo y se les veía acomodados a duras penas en los pasillos o en las escaleras.
“Es muy difícil la estadía en una terapia intensiva. Uno escucha que los cupos se reservan para las estrictas emergencias, por si llega un tiroteado, un motorizado arrollado, un adulto mayor con un accidente cerebro vascular o infartado. Son para situaciones de extrema urgencia”, indicó Zambrano, quien tuvo a su mamá un mes en TI.
Agonía por cuenta gotas
Hay hospitales que están más críticos. El servicio de terapia del hospital de Los Magallanes de Catia está cerrado por remodelación desde hace más de seis años. Las puertas aseguradas con una cadena y un candado y las luces apagadas, dan constancia del largo tiempo de desidia y abandono. En esas unidades no se ven obreros ni máquinas haciendo labores de mantenimiento.
El resto de las terapias activas tienen severas deficiencias y daños en la infraestructura por las filtraciones. Hay pacientes que han visto pasear chiripas y sobrevolar moscas. Aparte de los problemas físicos, adolecen de insumos y de personal especializado.
Tal es el caso de la terapia intensiva de adultos del Hospital Periférico de Coche, donde hay cinco camas habilitadas que son atendidas por tres intensivistas, un día sí y otro no. Esto significa que hay un día en que el servicio queda solo a cargo de las enfermeras.
El doctor Efraín Vega, vocero de la Sociedad de Médicos de ese puesto de salud, dijo que en condiciones normales debería haber 12 intensivistas para los tres turnos diarios; mientras que en el Periférico de Catia cuentan con un especialista para las tres camas operativas.
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Ese es un factor predominante en la mayoría de las TI estudiadas, y es que pueden tener todas las camas y los aparatos, pero no cuentan con los profesionales para el área, ni los insumos médicos necesarios para brindar la atención debida al paciente.
Los estándares de la OMS estiman que estas unidades deben tener una enfermera por cama. Y de nuevo, la realidad es otra: una enfermera debe hacerse cargo de por lo menos 4 enfermos en un solo turno.
Según la Memoria y Cuenta del Ministerio de Salud de 2015 la cantidad de personas hospitalizadas en terapia intensiva cayó de 102.993 pacientes en 2014 a 72.640 en 2015, y en el área quirúrgica dejaron de operar a 36.861 personas.
Tres meses por un cupo
Las terapias pediátricas de los hospitales Domingo Luiciani de El Llanito; J. M. de Los Ríos; José Ignacio Baldó de El Agodonal; Miguel Pérez Carreño y José Gregorio Hernández de Los Magallanes de Catia, son otro talón de Aquiles del sistema de salud nacional.
En los tres meses que duró la investigación, se determinó que 86,6 % de las camas instaladas están fuera de uso (40 en total), y apenas se abren 20 cupos para los infantes en condiciones críticas.
En el J.M. de Los Ríos —donde tienen una lista para intervenciones quirúrgicas que llega a los cinco mil casos—, solamente funcionan 10 camas para cuidados intensivos, cifra que varía con los días. Madres incluso reportaron recientemente que apenas están habilitadas tres unidades.
“Por eso es que la lista de espera es larga. Hasta tres meses se alargan las operaciones pues hay casos de niños, como el mío que sufre de hidrocefalia congénita, que luego de la intervención necesitan a juro entrar en la terapia. Si no está activa la unidad, no lo pueden llevar al pabellón”, comentó una madre consultada.
El doctor Huníades Urbina, presidente de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría (SVPP), estimó que las fallas de camas para cuidados intensivos llega a 60 %.
Urbina, quien fue jefe de urgencias del J. M. de Los Ríos y forma parte de la Sociedad Latinoamericana de Cuidados Intensivos Pediátricos (Slacip), apuntó que a la falta de disponibilidad se suma el mal estado de esas unidades.
Puso como ejemplo la terapia del Hospital de Niños, a la cual se le está cayendo el techo debido a las filtraciones, una denuncia hecha pública hace más de 4 meses.
De hecho, dos semanas atrás se desplomó parte de la tabiquería del techo y había dos bebés en el área de ventilación expuestos a altos grados de contaminación.
El déficit global
La crisis con las camas es general. El exministro de Salud, José Félix Oletta, en el balance sobre “Los últimos 20 años de las políticas de salud en Venezuela”, aseveró que en el ámbito nacional hay un déficit de 37,6 % de camas para terapias intensivas.
Aunque no hay cifras oficiales del Ministerio de Salud para la fecha, la última publicada en 2012 revelaba que se requerían 2.195 camas para TI y había disponibles 62% (1.360).
En lo que atañe a Caracas, el déficit de camas es similar. Existen 16 hospitales dependientes de la red pública, de esos, 14 están en el municipio Libertador. Y entre todos, el número de camas utilizables es de 4.861, las presupuestadas son 4.047 y las funcionales —las que realmente están aptas— son 2.717, es decir, 56 % del total.
La cantidad real de camas de emergencia disponibles en los hospitales del Ministerio de Salud ubicados en Libertador, es de 271; esto equivale al 10 % del total de las camas habilitadas.
Una oferta muy deficiente si se toma en consideración que Caracas, según el último censo del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2011, posee una población de 3,3 millones de habitantes, de los cuales 708.000 son niños entre 0 y 14 años. Y además fue calificada como la segunda ciudad más violenta, con una tasa de 119.87 homicidios dolosos por cada 100.000 habitantes, según la organización civil mexicana Seguridad, Justicia y Paz; y tiene una alta incidencia de enfermedades endémicas, elevado índice de mortalidad materna-infantil y padece escasez de insumos y medicamentos que supera 80 %.
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Al respecto, el doctor Julio Castro, infectólogo y profesor de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela (UCV), tras analizar los datos presentados en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Salud de 2015, apuntó que hoy día existe una desproporción importante entre la oferta de camas y la demanda de servicios, entre ellos los de terapia intensiva.
“Una de las causas detrás de este fenómeno es que el número de venezolanos se ha duplicado en los últimos 25 años, pero no se ha construido la infraestructura necesaria para satisfacer las necesidades de camas y hospitalización. Y a esto se debe sumar que datos de encuestas nacionales reportan que 50 % del total de camas en los hospitales se encuentran inoperativas, lo cual hace que el valor de la ‘eficiencia’ (paradójicamente llamado así) indique que por cada cama operativa existe otra que no lo está”, explicó.
Para cerrar, la guinda del pastel, el Gobierno firmó convenios para adquirir equipos y camas, que todavía esperan los hospitales.
La Memoria y Cuenta destaca que en el marco de un convenio integral Argentina-Venezuela se suscribió un contrato con la Empresa Medix Industrial y Comercial Anónima, identificado con el N° 038/2015 para la adquisición de equipos médicos y mobiliario clínico e instrumental, solicitado en los servicios obstétricos y neonatales de los hospitales materno infantiles y de mayor complejidad del Ministerio.
El documento destaca que con ese equipamiento se tendrían 88 cupos de cuidados intensivos y 93 cupos de cuidados intermedios neonatales, incluyendo los consumibles de estos equipos, así como el mantenimiento preventivo y correctivo de los equipos, por un costo en dólares de 232,5 millones de dólares (1,4 millardos de bolívares) con una vigencia de 36 meses contados a partir de la suscripción del Acta de Inicio.
Más de 12 meses transcurrieron desde la firma, por lo que los médicos de los cinco hospitales abarcados en el estudio esperan la efectividad y la puesta en marcha del convenio. Mientras tanto, los números hablan por sí solos:
Fotos: Mabel Sarmiento/cortesía pacientes
Infografía y gráficos: Charlie Barrera
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