Las estadísticas y el historial de otros países indican que podría darse una segunda ola de COVID-19 en las próximas semanas capaz de rebasar nuevamente el sistema de salud. Los expertos alertan que la epidemia se encuentra en “fase activa de baja intensidad”, tanto en zonas urbanas como rurales.

Caracas. A pocos días de culminar la última semana de “cuarentena radical” en el país, expertos en Epidemiología advirtieron que entre diciembre y enero podría producirse una segunda ola de COVID-19 como consecuencia de varios factores económicos y sociales, entre ellos la flexibilización total y la sensación de normalidad por el bajo número de casos.

Pese a que reconocieron que en las últimas semanas se ha reducido la cantidad de personas que ingresan con cuadros de COVID-19 a los centros de salud, los expertos indicaron que en Venezuela la epidemia se encuentra en fase “activa de baja intensidad”, principalmente en zonas urbanas y fronterizas, aunque también en sectores rurales, como el estado Yaracuy.

Alejandro Rísquez, médico pediatra y epidemiólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), dijo en un foro organizado por S.O.S. Telemedicina que en el país hay varios elementos que permiten inferir que hay un “subregistro intenso” en el que impera más lo que el sistema sanitario y epidemiológico “no ve” y hay más morbilidad desconocida que conocida.

En este momento, con la evidencia mostrada, con las situaciones sociales locales y las nuevas medidas de flexibilización, las condiciones están dadas para que el escenario de una gran ola epidémica ocurra en los próximos meses”, expresó Rísquez.

Foto: Tairy Gamboa

Entre esas condiciones, además de la flexibilización, mencionó:

  • La escasez de gasolina: los picos de contagio se han producido en momentos agudos de desabastecimiento, como entre julio y septiembre.
  • Las fiestas decembrinas: hay mucho contacto familiar, reuniones sociales y grandes aglomeraciones en comercios.
  • Mítines electorales sin cumplimiento de medidas de bioseguridad.
  • “Superdispersadores” de COVID-19: policías, bomberos, personal sanitario, funcionarios de seguridad que se encuentran en la calle y tiene gran cantidad de contactos.
Cifras tendenciosas

La centralización de laboratorios, falta de pruebas y el miedo de la gente a acudir a centros de salud ha incidido en el descenso en las cifras oficiales que, a pesar de que sí parece haber una disminución, siguen estando lejos de la realidad y genera falsas sensaciones de regreso a la normalidad, similar a lo que ocurrió en Europa antes de su segunda ola de COVID-19.

Para estar a la par de cifras más verídicas como las de Colombia, Brasil o Ecuador, habría que multiplicar por cuatro las cifras de muertes y por siete la de casos, lo que llevaría el total a 121 fallecidos y 17.311 casos por millón de habitantes, respectivamente (las cifras oficiales son de 30 muertos y 3452 casos por millón de habitantes)

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Foto: Tairy Gamboa

Sabemos que actualmente hay exceso de muertes en el país, pero no contamos con los números oficiales para afirmarlo, dijo.

Luis Echezuría, pediatra y epidemiólogo egresado de la UCV, cuestionó las cifras oficiales de COVID-19, pues reflejan casos que no coinciden con el tamaño y demografía de los estados.

A su juicio, “no parece lógico” que el estado Yaracuy tenga más casos confirmados que sus vecinos de Lara, Carabobo o Aragua, tomando en cuenta que ya no hay restricciones de movilidad como en los primeros meses de la epidemia y que tiene menos población que esas entidades.

Reforzar la vigilancia epidemiológica

Los expertos señalaron que una correcta vigilancia epidemiológica debe prever varios escenarios de rebrotes o de colapsos en los sistemas sanitarios pues “no es un simple conteo de eventos, casos y muertes”, como dijo Echezuría, sino que debe ser lo más específica y detallada posible para así tomar medidas de prevención y control en función de ella.

Una correcta vigilancia permite monitorear medidas de control, medir cambios en agentes infecciosos –como las mutaciones del virus–, evaluar actividades de aislamiento y cuarentena y no decretarlas y hasta medir modificaciones y cambios en el huésped, como el caso de los visones en Países Bajos, explicó Echezuría.

Foto: Tairy Gamboa

Es por ello que, a su juicio, las autoridades sanitarias deberían evaluar correctamente el impacto de las condiciones sociales y epidemiológicas de cara a la flexibilización de diciembre, pues las estadísticas y el historial de otros países indican que podría darse una segunda ola de COVID-19 en las próximas semanas capaz de rebasar nuevamente el sistema de salud.


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