Con fallas de servicios, poco personal y limitados insumos, en ancianatos públicos se hacen milagros para acatar los protocolos de seguridad y evitar la propagación del COVID-19. Desde el fin de semana a los internos se les prohibieron las visitas. Defensores de los derechos humanos alertan de que los adultos mayores más propensos a contraer el virus son quienes padecen infecciones respiratorias, hipertensión y diabetes, por lo que se deben extremar los cuidados.

Caracas. A punta de granos, arroz, pasta y por momentos a oscuras. Unos sin suministro de agua y otros sin tapabocas. Así pasan la cuarentena social colectiva los adultos mayores en los geriátricos públicos de Caracas. En estas instituciones de alojo que no cuentan ni con lo básico se cumple a medias con los protocolos de seguridad para evitar la propagación del COVID-19. El virus que se originó en la ciudad de Wuhan, China, y que ataca y pone en riesgo la ya depauperada salud de los adultos mayores aquejados por la indolencia estatal, la precariedad y el abandono.

Este martes Darío Vivas, jefe de gobierno del Distrito Capital, visitó la casa hogar Luis Ordaz, ubicada en la parroquia San Juan. Durante la inspección se aseguró de que se acataran las medidas de aislamiento, a la vez que suministró cubrebocas y gel antibacterial.

10 tapabocas para 80 ancianos

Mientras eso ocurría, en Mamera Baudilio Vega, director de la casa hogar Madre Teresa de Calcuta, se las ingeniaba para seguir las indicaciones con lo mínimo. Solo 10 tapabocas para proteger a los más enfermos y una escasa reserva de agua de tanque para lavar, cocinar e higienizar a los 80 abuelos que allí viven, muchos postrados o en silla de ruedas.

Desde el fin de semana a los internos se les prohibieron las visitas y las donaciones se reciben afuera, en el portón. Nadie más que el personal entra o sale de las instalaciones. Dentro, los adultos mayores se entretienen con la televisión, jugando dominó o bingo sin acercarse unos a otros.

Procuramos que se laven las manos al comenzar o terminar cualquier actividad, pero para los que aún tienen movilidad es difícil el aislamiento. Algunos están molestos porque no pueden salir a pasear por los alrededores, indicó.

En la institución, inaugurada en el año 2001, conviven ancianos de ambos sexos con discapacidad, diabetes, hipertensión, afecciones pulmonares y VIH. Pero solo los que manifiestan algunas de estas patologías llevan puestas las mascarillas, porque la cantidad no alcanza para todos. La solución antibacterial de la que disponen fue donada por una ONG y la provisión proteica les alcanza hasta fin de mes: “Por ahora hay 15 kilos de carne que nos donaron. Gracias a Dios”.

Vega cuenta que la falta de agua, imprescindible para el lavado de manos y la higiene de los espacios, les hace cuesta arriba cumplir con las medidas sanitarias. En el sector, el suministro se interrumpe por varias semanas y les toca abastecerse con cisternas o ir a un llenadero.

Las personas de tercera edad que padecen diabetes, hipertensión y otras condiciones son propensos a desarrollar enfermedades graves, así lo advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, en Venezuela, a estos factores se suma la mala alimentación y la falta de acceso a los servicios de salud y medicinas.

Foto: Gleybert Asencio

Vega subrayó que en la casa hogar evaden estas dificultades unidos en oración, con apoyo de diversas organizaciones y médicos que evalúan semanalmente a los abuelos. Pero los requerimientos de esta población tan vulnerable son muchos y los recursos insuficientes. Pañales, tapabocas, antihipertensivos, insulina, desinfectantes y alimentos no perecederos son los más solicitados: “Apelamos a la solidaridad y agradecemos cualquier colaboración que puedan brindarnos, de donde venga, porque estas personas realmente lo necesitan”.

Olvidados y a la buena de Dios

El asilo La Providencia de San Antonio, ubicado en San Martín, es uno de los más antiguos e importantes del país. Abrió sus puertas en el año 1892 y atiende a hombres de la tercera edad en situación de calle. Pese a su valor histórico, es una de las instituciones más olvidadas por los entes gubernamentales. En ella conviven 40 ancianos que ahora en aislamiento no disponen de gel desinfectante ni de una alimentación balanceada para hacer frente a la pandemia.

Una trabajadora del recinto que pidió no ser identificada contó a Crónica.Uno que todos los abuelos llevan mascarillas, pero no tienen antibacterial para desinfectarse las manos, como exhorta la OMS. Se higienizan con jabón corriente y se alimentan con sopa, arroz, pasta, tubérculos y granos, que es lo poco que llega a través de las donaciones. “Nuestros abuelos se comen una pieza de pollo a la semana o cada 15 días si tienen suerte”, aseguró la fuente.

En San Martín la falta de agua y los cortes eléctricos son constantes. En tres días de cuarentena los ancianos se han quedado a oscuras varias veces. En tan solo un año dos neveras del geriátrico se quemaron a causa de los apagones. La trabajadora relató que cuando la luz regresa los abuelos con buena visión leen, mientras que otros escuchan música para alegrarse en medio de la contingencia.

En La Providencia de San Antonio las visitas fueron restringidas desde el fin de semana, pero solo como un estricto cumplimiento de la orden presidencial.

No se permite el acceso a nadie, aunque de todas formas a estos abuelos nadie los visita. Todos han sido abandonados y no hay quien se preocupe por ellos, dijo la trabajadora.

La propagación de COVID-19, que hasta este 21 de marzo sumaba 70 casos confirmados en Caracas, Miranda, Zulia, infunde miedo entre la población y en el personal que labora en estos centros. La fuente señaló que de ocho trabajadores solo tres asistían al ancianato. El resto optó por quedarse en sus hogares atemorizados ante la posibilidad de contagio. Eso les incrementó la carga de trabajo y no se dan abasto. Solicitan asistencia, antigripales, pañales, antibacteriales, tapabocas, comida y fármacos.

geriátricos están sin agua

“Un antihipertensivo ronda los 300.000 bolívares, y estamos cansados de enviarle peticiones al gobierno, pero no hemos obtenido ninguna ayuda. Aquí por parte del Estado no llega ningún insumo”, enfatizó la fuente.

Falta de información y monitoreo tardío

Rodrigo Quintero Molina, director de la residencia geriátrica Dr. José Quintero adscrita al Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS) asegura que en el recinto se acatan sin dificultad las medidas de precaución para proteger a los 20 ancianos allí recluidos. Eso pese a que fue este miércoles que recibieron la primera visita de un representante del Instituto Nacional de Psiquiatría Infanto Juvenil (Inapsi), Carlos Mejía, a casi una semana de que Nicolás Maduro declarara al sistema sanitario en emergencia permanente.

Durante la inspección, Mejía dictó las recomendaciones al personal para evitar la propagación del virus. “Todo eso ya lo veníamos implementando con la información de la que disponíamos. Estábamos ya preparados”, dijo Quintero.

El médico apuntó que cuentan con los tapabocas, antibacteriales y alimentos proteicos suficientes para cubrir una emergencia durante la cuarentena: “Nuestros pacientes están siguiendo una dieta rica en fibra, proteínas y líquidos desde noviembre, cuando el IVSS comenzó a suministrarnos la cantidad de comida necesaria”.

En esa residencia se suspendieron las visitas desde el lunes, pero a diferencia de otros ancianatos se permite que los familiares se lleven al paciente a la casa hasta que culmine la cuarentena social colectiva. Eso pese a que la mayoría no está en conocimiento de lo que ocurre, pues están mentalmente desconectados.

Abuelos venezolanos vulnerables y en emergencia

Luis Francisco Cabezas, director de Convite, una asociación civil que vela por los derechos de los adultos mayores, aseguró que en geriátricos públicos la situación para hacerle frente a la pandemia y prevenir nuevos casos es limitada. “En muchos de ellos no hay ni jabón y en otros están elaborando tapabocas artesanales con lo poco que tienen”, detalló.

Cabezas detalló que los abuelos más propensos a contraer el COVID-19 son aquellos que padecen infecciones respiratorias agudas, diabetes e hipertensión. El activista detalló que, aunque la escasez de los fármacos para tratar estas morbilidades se ha atenuado, se consiguen a precios muy elevados. “Inhaladores, broncodilatadores y antihipertensivos tienen un costo de entre cinco y 12 dólares, mientras que la pensión equivale a tres dólares”, destacó.

El director de la ONG advirtió que el pronóstico para las adultos mayores desfavorecidos en el contexto de esta pandemia es desalentadora debido a la crisis humanitaria. Reportes de la OMS señalan una tasa de letalidad de 14,8 % en personas mayores de 80 años.

Un monitoreo de Convite arroja que de 150 ancianatos que existen en el país, 80 se concentran en la región capital. De ellos 70 % son privados y 40 %, públicos. Eso sin contar los que cerraron por falta de recursos, aproximadamente 30 %, de 2015 a 2019. Para los abuelos que están enfermos o que han sido abandonados hay pocas opciones de supervivencia, incluso dentro de estas instituciones, cada vez más deterioradas. “Nuestros ancianos son más vulnerables que el resto, malnutridos y sin defensas. Nos enfrentamos a una emergencia dentro de otra emergencia”, enfatizó.


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