Protagonizada por Gary Oldman es el largometraje con más nominaciones al Oscar. Cuenta la historia de Herman J. Mankiewicz durante la escritura del guion del filme protagonizado por Orson Welles.

Caracas. Mank es la película con más nominaciones al Oscar, con 10. No es para menos. Es uno de los largometrajes que se convertirá en obra maestra de los tiempos recientes, otra de las maravillas que Netflix suma a la lista de futuros clásicos como Roma, de Alfonso Cuarón, y The Irishman, de Martin Scorsese.  

Es difícil no quedar cautivado con el cine de David Fincher. Es el director de referencias recientes como Seven (1995), Fight Club (1999) o Zodiac (2007), además de su reciente trabajo en la serie Mindhunter. 

Mank es la historia de Herman J. Mankiewicz, interpretado por Gary Oldman, quien opta al Oscar como Mejor Actor por este trabajo. Se basa en un guion escrito por Jack Fincher, el padre del director David Fincher, quien de esta forma honra el deseo de su papá, fallecido en 2003. 

Herman J. Mankiewicz ha sido una figura de controversial, pues si bien su nombre está en los créditos de guion de Ciudadano Kane (1941), no disfrutó de las mismas mieles de Orson Welles, que se llevó todos los elogios como director,  guionista y protagonista de este trabajo. 

La crítico Pauline Kael encendió las alarmas cuando publicó en 1971 el ensayo Raising Kane, en el que cuestiona la responsabilidad de Welles en el guion, y exalta la labor de Herman J. Mankiewicz. 

David Fincher toma como punto de partida esa acalorada discusión, para contar la historia de Herman J. Mankiewicz. un hombre irónico, desafiante, cautivador, alcohólico, idealista, cínico y frontal. Y no hablamos de un advenedizo. Ya tenía experiencia en el mundo del cine, pues había trabajado con los hermanos Marx. 

Mank
En la película, el protagonista es llevado a una cabaña para que se concentre en la escritura del guion.

Mank se desarrolla en varios momentos. Por un lado, vemos al protagonista postrado en una cama por un accidente de tránsito, vive alejado de todo el mundo de Hollywood, de todo ajetreo citadino, en una cabaña en el campo, con una mecanógrafa que lo ayuda, la leal Rita Alexander (Lily Collins). Ese fue el lugar al que fue confinado para que escribiera el guion de Ciudadano Kane. Sin interrupciones, y en teoría alejado del alcohol. Prácticamente un rehén de la obra que se convertiría en clásico del cine mundial.

Las vivencias en la cabaña se intercalan con imágenes del pasado, aquellos días en los que Herman se codeaba con los grandes ejecutivos y figuras de Hollywood, incluso aquellos que le generaban repulsión, como el productor Louis B. Mayer, mandamás entonces de la Metro-Goldwyn-Mayer. 

Fue la etapa, además, en la que se ganó la simpatía del magnate y todopoderoso William Randolph Hearst, figura que sirvió de inspiración para el megalómano Charles Foster Kane, el protagonista de Ciudadano Kane encarnado por Orson Welles. 

Mank no solo es una película para agitar las aguas sobre la autoría del guion, además de rescatar a una figura olvidada por buena parte del público, sino también es una apuesta narrativa en momentos de inmediatez, en la era de la corta duración, en la que parece que tanto en la música como en el lenguaje audiovisual la premura por dar todo cuanto antes se hace una norma cada vez más común.

Con una duración de dos horas y diez minutos, presentada en blanco y negro, David Fincher exhibe una obra que para no pocos resultará lenta, pero que en realidad se toma su tiempo. Con ágil calma, el autor  reafirma vivencias en cada escena, momentos de distensión que quedan amalgamados en diálogos sin desperdicio, entradas al universo de cada personaje, líneas que transmiten un universo que converge efectivamente en cada elemento de la trama para terminar en ese centro que es Gary Oldman; la inquietante vicisitud de una empresa que parece inalcanzable.

Mank
La figura de William Randolph Hearst es una de las que tienen más peso en la obra.

En Mank no se exalta la gloria de Orson Welles (Tom Burke), quien apenas aparece en el largometraje, y no por ello en momentos menos meritorios. Una de las mejores escenas es cuando la joven promesa del cine y el protagonista colisionan sus ímpetus en uno de los momentos más reveladores, en los que David Fincher toma clara posición a favor de su protagonista. 

Ahora bien, si el cineasta deja a un lado la figura de Orson Welles, no lo hace con Ciudadano Kane, al que rinde homenaje en su estética y narrativa, una evocación y pleitesía al cine de aquella primera mitad del siglo XX, sin caer en ingenuidades sobre fábricas de sueños, pues también Mank es una película sobre las relaciones de poder, esas líneas casi inexistentes entre el mundo político y el entretenimiento. Por eso no es raro que algunos consideren esta obra como una premonición sobre la era masiva de las noticias falsas. 

Mank es, además, una muestra de todos los géneros que entonces se afianzaban en la industria. Claro, de manera tenue, sin desvirtuar su esencia, tan solo con alegorías. Por ejemplo, el terror y el suspenso reciben un claro guiño durante una cena en la mansión de William Randolph Hearst (Charles Dance), el monstruo en su cueva exuberante y pulcra. Ineludible mencionar el trabajo de Erik Messerschmidt como director de fotografía, así como la música de Trent Reznor y Atticus Ross, esa dupla a la que el cine le debe tanto. 

Otra de las actuaciones que hay que destacar es la de Amanda Seyfried como Marion Davies, la joven actriz que es pareja del magnate, y quien vive atribulada entre las presiones de una relación bajo observación constante. Todo un logro para los sentidos la escena en el jardín en el que conversan Herman y Marion. Cine puro.

Mank pasa así a posicionarse no solo como una de las mejores películas del siempre acertado David Fincher, sino como un largometraje que toma nota del pasado para trastocar el presente en su estética, en su arriesgada manera de desvincularse de lo esperado. Es una película que provoca volver a ver inmediatamente, como cuando se va a un museo y alguien se devuelve a ver el cuadro por si se escapó un detalle, un encuadre que cautive más o, simplemente, dar gracias por el ingenio que generó tal manifestación de la existencia.


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