La película de Wim Wenders presenta a un obrero japonés que lleva una vida sosegada hasta que aparecen las consecuencias de un conflicto familiar.

Caracas. Hirayama trabaja como limpiador de baños públicos en Tokio. Es un hombre disciplinado. Se levanta muy temprano para prepararse para la rutina. Se alista en casa, toma su café y se sube en su camioneta para ir al baño que esté en el cronograma.

Limpia pocetas y lavamanos como si fuera el ebanista que talla el mueble de su vida. Tiene un compañero que le reclama que sea tan dedicado. Al final, esos baños se volverán a ensuciar, le dice. Y es que la gente que los usa, es indiferente. No son los de su casa, así que no hay el mayor cuidado.

Días perfectos es la película de Wim Wenders que estuvo recientemente nominada al Oscar. En Caracas el Trasnocho Cultural la tiene entre su oferta. 

Es una obra en la que aparentemente no pasa nada. De hecho, su conflicto parece escurridizo, pero ahí está, develándose poco a poco. Hirayama sale en la tarde del trabajo. Se asea en un sentō, una especie de lugar similar a un sauna en Occidente. En la noche cena en su local preferido mientras ve el beisbol. De regreso a casa, lee uno de los libros de su biblioteca. Y antes de dormir, le echa agua a las plantas que le dan el toque verde al hogar.

Días perfectos
Días perfectos estuvo nominada al Oscar como Mejor película internacional

Así es su vida, una vida encarnada por el actor Koji Yakusho, quien ofrece un trabajo formidable al exponer a este trabajador comprometido. 

Wim Wenders presenta a su protagonista en un mundo en calma. No es que lo rodea el sosiego. Pero él decidió que su entorno fuera de acuerdo con lo que marca su disciplina. Sabe encuadrar su vida en la sencillez que le es cómoda, un juego de luces que delimita cada momento de su rutina. La luz es más intensa en la labor en la que limpia el mundo. Todo se atenúa cuando va terminando la jornada, para luego volverse todo más íntimo en la noche. 

Días perfectos es pulcritud. El protagonista se encarga de despejar de suciedad el espacio más íntimo de una persona. Las dimensiones son similares entre la labor y el hogar. El espacio no es un problema para Hirayama. Prefiere adentrarse en la profundidad de la responsabilidad por lo que debe hacer, a la vez que encuentra belleza en lo que se detiene a observar, desde las copas de los árboles agitadas por el viento a la capacidad creadora de mundos de los autores de sus libros.

Días perfectos
Días perfectos ofrece una actuación que subraya la intención del autor

El cineasta hace de la cámara un cómplice que se ajusta a los espacios del protagonista para luego presentarlo como un elemento más de una ciudad que ni lo nota. No es nadie.

Pero sabe muy bien cómo presentar los polos, especialmente cuando una sobrina repentinamente aparece en su vida, una llegada que evidencia distancias, contrastes económicos. Y es en esa diferencia cuando pueden surgir las interpretaciones sobre quién puede rescatar a quién.

Si bien en este punto podría pensarse que Wim Wenders presenta un discurso maniqueísta de diferencia de clases y felicidad, no hay nada más alejado de la realidad, pues realmente la vida de Hirayama es sustancial por las decisiones en torno a lo que considera fundamental. Para ello se vale del personaje de su colega en el equipo de limpieza, cuya vida es un desastre en muchos sentidos. 

Días perfectos es un largometraje con un guion redondo, que no se envuelve en discursos moralistas. Tan solo en la mundanidad de un personaje que eligió qué quiere en su vida. Lo tiene claro.

Lea también:

American Fiction, la catarsis de un escritor desencantado


Participa en la conversación