890 niños almuerzan todos los días en los 11 comedores que Alimenta la Solidaridad tiene en la parroquia La Vega. Pudieran ser muchos más, pues hay listas de espera para ingresar a nuevos beneficiados. Sin embargo, sus donantes están siendo afectados por una medida arbitraria, y esta situación puso en riesgo la continuidad del proyecto. Las madres colaboradoras se esfuerzan para seguir a flote.

Caracas. En la parroquia La Vega hay instalados desde hace cinco años 11 comedores de la organización Alimenta la Solidaridad. No todos tienen el mismo tiempo, unos están abiertos desde el inicio de la pandemia, pero en global atienden a 890 niños, a varias mujeres embarazadas y a personas con algún tipo de discapacidad. “Los comedores son una bendición de Dios”, así lo describen las madres colaboradoras y los vecinos beneficiados.

Desde que la noticia de la congelación de las cuentas bancarias de Alimenta la Solidaridad —organización civil que dona los insumos— corrió como pólvora, sus colaboradores se preguntan constantemente “¿de dónde vamos a sacar la comida para el día de mañana?”.

Foto: Luis Morillo

Los voluntarios son personas de la comunidad, padres, madres y abuelos de los mismos niños que se benefician con un plato al día. El señor Álvaro es uno de esos abuelos que se sumó a la acción y que va frecuentemente al comedor La Fábrica de Cemento para ayudar con la preparación del almuerzo.

Este martes 8 de diciembre, Día de la Inmaculada, Álvaro picaba con paciencia en cuadritos más de una docena de zanahorias que usarían para el arroz y el guiso del perico que servirían al mediodía.

Foto: Luis Morillo

“No tengo problemas en hacer esto, es una buena acción, los comedores son una bendición y, además, cinco de mis nietos reciben el beneficio. Llego aquí a las 6:30 a. m. para picar y luego envasamos los alimentos para que los niños los retiren”.

Todo en el comedor, un espacio prestado por una de las líderes del sector, se hacía con orden y sin derroche.

Oscar Vargas, quien funge como coordinador, también trabajaba, vigilaba la cocción de cinco kilos de arroz y veía de vez en cuando la hora, aunque todo estaba calculado. “A las 11:30 a. m. avisamos por el grupo para que vengan a retirar el almuerzo. Esta vez usaremos 90 huevos para preparar el perico. La ración que nos mandan es un huevo y medio por niño, estamos tratando de rendir y estirar lo más que podamos la comida”.

Foto: Luis Morillo

Desde que congelaron las cuentan ha sido difícil el despliegue de recursos para los comedores. “Por tanto, estamos apelando a la solidaridad de las madres. Ellas nos mandan arroz, harina, pasta, lo que puedan y aquí completamos. Saben que los centros no pueden cerrar porque aquí por lo menos consiguen las proteínas. Muchos niños cuentan con esta comida, la única que hacen en el día”, dijo Gabriela Vegas, quien se encarga de mantener la organización social con actividades deportivas, recreativas y de recuperación de espacios en la zona.

Además del almuerzo a los 64 niños les dan un vaso de lactovisoil. Les hacen jornadas para desparasitarlos, los miden y pesan frecuentemente.

Cuando comenzamos había 60 % de los niños con problemas de malnutrición y eso se ha revertido. Hay unos casos que aún están débiles y a esos les damos un poco más de la ración normal, porque sabemos que sus papás del almuerzo sacan para la cena, dijo Vargas, quien hacía la entrega de los envases a cada niño o a sus padres cuando se trataba de pequeños en edad escolar.

Los casos crónicos los refieren a Cania para su evaluación y tratamiento.

En la comunidad todos están apoyando esta labor —dijo Gabriela—, pero entendemos que no podemos exigir más porque todos tienen necesidades, a nadie le sobra comida. Sin embargo, ha sido bastante reconfortante que se sumen y colaboren a pesar de todo. Eso dice mucho de la necesidad de que los centros sigan abiertos. Hasta colaboran cuando se acaba el gas.

A tres cuadras y luego de subir 127 escalones está el comedor La Resurrección, en la comunidad Las Tumbitas. En esa casa, que también prestó una vecina, hacen almuerzos para 66 personas, 55 de ellos niños. Catalina Mayora, una de las madres colaboradoras, para el día hizo un minestrone de frijoles con vegetales y pasta.

comedores son una bendición
Foto: Luis Morillo

“El menú tratamos de hacerlo balanceado: carne molida, costillas, sopa, huevo. Mortadela, verduras, queso y su lactovisoil. Incluso llegamos a darles vitaminas. Esta es una labor muy bonita. Yo cuidaba niños en mi casa y desde que estoy aquí, hace ocho meses, he notado la mejoría”, dijo Mayora, mientras meneaba con un cucharón la crema que ya estaba a punto de hervir.

Los niños llevan sus potes en el transcurso de la mañana y ella junto con otra de las mamás, que también dice que los comedores son una bendición, va llenando raciones equivalentes a una taza. Esta vez al minestrone le iban a rallar el queso enviado por Alimenta la Solidaridad.

Foto: Luis Morillo

El olor a guiso se expandía por toda la casa, una vivienda humilde ubicada en la parte alta de La Vega y desde donde se ve toda la parroquia fragmentada por los techos de zinc, los ladrillos y el sin fin de los callejones.

Foto: Luis Morillo

A esa hora, ya casi a las 11:00 a. m., se ve pasar a los niños con sus tazones en busca del almuerzo. En el caso del comedor San Miguel, ubicado en el sector Altos de San Miguel y al que se accede igual por una encrucijada de caminos y de escalones sin simetría, son 120 niños los beneficiados.

Mariela Vegas está a cargo y ya tiene un saco con las donaciones que ha hecho la comunidad: arroz, granos, pasta y harina.

comedores son una bendición
Foto: Luis Morillo

Con esos insumos tienen la garantía de seguir operando. “Aunque ya estamos en otras alternativas para no tener que disminuir las raciones diarias y, además, porque tenemos a diario personas tocando nuestras puertas para que les demos cupos en los comedores”.

Son listas de 15 a 20 solicitudes. Se trata de niños que necesitan esas proteínas y a los que pudieran atender en un corto plazo. “Pero para eso es necesario que no persigan este tipo de programas que lo que buscan es brindar salud, hacer que las mujeres y hombres se empoderen de sus comunidades y luchen por una mejor calidad de vida”, señaló Gabriela mientras veía desde los Altos de San Miguel el corazón de La Vega, donde confía en que pronto abrirán más, pues los comedores son una bendición.

Foto: Luis Morillo
Foto: Luis Morillo
comedores son una bendición
Foto: Luis Morillo

Lea también:

Comedor La Bendición de las Tres Torres cumplió un año alimentando a más de 100 niños de bajos recursos

«Cuando la niña come arroz solo, me dice ‘mamá tengo hambre’»

Los comedores solidarios sobreviven en medio de la pandemia (y IV)


Participa en la conversación