Posadera de Canoabo: Pensé que lo había perdido todo, la casa, el negocio y nuestro refugio de luz

Iris Pacheco fue la única posadera afectada en Canoabo. La razón es que su hospedaje se encuentra cerca de uno de los ríos que se desbordaron.

Valencia- Iris Pacheco es bien conocida en Canoabo, su personalidad vibrante y hospitalaria han sido los principales alicientes de ese reconocimiento. Pacheco además tiene una fundación con la que ayuda a los más necesitados de Canoabo, pero ahora es ella la necesitada.

Fueron las lluvias del pasado seis de agosto las que hicieron que Pachecho fuese esta vez una de las 133 familias afectadas, pero mucho más allá de eso, Pachecho es la única posadera en Canoabo que sufrió pérdidas por las crecidas de los ríos Capa y Los Naranjos.

Su posada se llama “Nuestro Refugio de Luz”, le puso ese nombre porque es una forma de expresar esa buena vibra que siempre afirma tener. Pero esta vez al llegar al hostal lo primero que sorprende es que en su calle hay un sofá y dos butacas en el frente de una casa, mientras en la pared de la calle hay tres colchones mojados y esperando que el sol seque toda la humedad.

Fotografía: Armando Díaz.

Tiene cincuenta años viviendo en Canoabo, es decir, toda su vida y justamente en esa propiedad 14 años. Anteriormente era la casa de su madre, pero luego al fallecer su progenitora se instaló ahí con su hijo recién nacido.

Para ella es algo inédito lo que está ocurriendo en Canoabo. Si bien hace al menos 16 años había ocurrido algo similar,  no con la capacidad destructiva que esta vez dejó el paso del agua: “Recuerdo que lo más cercano que había llegado el agua era hasta las esquina, pero nunca se había metido. Esa vez ni siquiera tenía la fuerza”.

Fotografía: Armando Díaz

Iris Pacheco estaba reunida con productores de cacao, puesto que organizaba un evento especial al que asistiría la viceministra de Turismo. “Estaba lloviendo y luego de ahí me iría a la plaza Bolívar porque habría un evento cultural en el que estaría la banda show de Canoabo, pero por la lluvia no se hizo”, comentó.

Luego de cuatro horas de lluvia, Pacheco intentó volver a su casa pero el nivel del agua no la dejó: “Inocentemente creía que a mi casa no le había pasado nada, entonces voy a otra cosa y me encuentro con el agua, pero fue ahí cuando caí en cuenta de lo que estaba pasando, pero aún tenía fe en que mi hogar estaba bien”.

La posadera que creyó perderlo todo

La esperanza de Iris Pacheco se disipó cuando recibió una llamada de su vecino: “Iris no vengas, no hay nada que hacer”. La frase la golpeo como un gancho en el estómago. “En ese momento, wooow… Hubo muchas emociones encontradas porque no sabes cómo están tus cosas. Yo imaginé que todo estaba destruido. Yo imaginé que no había solución por lo que había visto en otros sitios. Se iba mi vida con el agua y ya”. La voz de Pacheco se quiebra y es ahí cuando las lágrimas comienzan a brotar.

Pero fue al día siguiente cuando esta mujer conectada con el turismo de su pueblo regresó a casa y vio el estado de la vivienda. No estaba perdida, pero había trabajo que hacer. Aún no se adentraba en la vivienda y en la zona dispuesta para hospedar turistas, pero algo la reconfortó y fue el café recién hecho que le dio su vecina. “Eso fue lo más lindo cundo Zenaida me dio ese café con leche, porque era un café dulce en un mundo de barro y lleno de frío. Era el toque de hogar y sentí el amor”. Una vez terminó su café, Pacheco empezó a ver cómo otras personas se le acercaban para ayudar.

La solidaridad del pueblo de Canoabo volvió a salir a flote, incluso llegaron niños a ayudarme. “Hoy pasó igual y esa es la prueba de la existencia de Dios”.

Pacheco siempre veía la vida desde la acera del que ayuda y que ahora sea ella a quien le toque recibir es una prueba de cómo la vida cambia en un abrir y cerrar de ojos. Es precisamente con esta última frase con la que ahora se siente muy identificada, pero también sabe que los frutos que cosechó en los buenos tiempos hoy puede disfrutarlos en tiempos de adversidad.

Pacheco recibió al equipo de Crónica Uno en Nuestro Refugio de Luz. Hay colchones colgando de sillas, uno asiento tipo puff cubierto de fango y en una mesa de madera entrelazada se secan fotos de Iris Pacheco disfrazada, en bautizos, viviendo su vida y le duele ver ahora las imágenes un tanto retorcidas y más duras. Eso al menos lo pudo salvar, pero gran parte de sus documentos los perdió. Afirma que cometió el error de haberlos colocado en una zona baja y el agua los hizo trizas.

Fotografía: Armando Díaz.

Aunque es una mujer radiante, dice que siente como un duelo, puesto que lo que ocurrió es una pérdida, quizás no duele tanto como la muerte de su madre hace poco más de un año, pero el hogar es como un ser viviente y cuando el hogar sufre, ella también: “Ayer me dediqué a llorar, porque quería. Pero hoy me levanté a ayudar y a llevar comida, porque lo que tú ves aquí no es ni la mitad de malo de lo que están viviendo otros. Yo estoy mejor”.

Fotografía: Armando Díaz

Luz para el refugio

En ese día de llanto una familia con su hijo enfermo fue hasta la vivienda a buscar medicinas, puesto que ahí es donde despacha insumos de su fundación. “Me veían con lástima y con mucho cariño. Le dije no me vean así. Tomen el medicamento que eso es más importante que lo material”.

Para Pachecho, no cabe duda de que lo que toca en estos momentos es ayudar, por tal motivo agradece acciones como la de Rodrigo Morales, de la Hacienda San Cayetano, pero se sincera y dice que para ella ayudar necesita solucionar sus problemas. “En la medida de mis posibilidades ayudo”, manifestó.

Esas cosas que faltan por resolver cómo volver a tramitar sus documentos universitarios o los papeles de propiedad de su vivienda. Asimismo, debe comprar tres colchones, puesto que los que perdió son los de la posada, la cual le permite subsistir. Son $30 que se esfuman. “Esta posada es mi fuerte económica, porque lo que hago en un fin de semana aquí es una quincena de mi trabajo”.

La posada, la cual está junto a su vivienda está pintada de color frambuesa, y a 40 centímetros del suelo nota la humedad del agua. En el interior están algunos amigos con escobas y haraganes escurriendo el agua que cae junto a una mata de cambur, también hay una cocina en la que en el interior se visualiza el fango.

Fotografía: Armando Díaz.

La realidad es que esta tragedia cambia su vida, porque tiene que volver a poner su casa en condiciones favorables, puesto que es una inversión que tiene que hacer y si no sale de su bolsillo ni de la posada el panorama se ensombrece. De hecho, un colchón puede costar desde los 300 hasta los 1000 dólares. “La idea es que sea un buen colchón para que mis clientes se sientan cómodos. Pero yo sé que Dios me va a ayudar. Esto seguirá siendo un refugio de luz.


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