La película italiana es de fácil conexión con aquellos que son testigos de cada vez más partidas. Una obra de viaje y trascendencia por la vida

Caracas. Dos jóvenes senegaleses deciden huir de su país. No aguantan más. A escondidas de la familia, Seydou (Seydou Sarr) y Moussa (Moustapha Fall) dejan Dakar con el objetivo de llegar a Italia. Ambos están hastiados en Yo capitán, la más reciente película del cineasta italiano Matteo Garrone, quien en 2008 presentó Gomorra

Los adolescentes inician una travesía por el desierto del Sahara, un trayecto de más de 4000 kilómetros de distancia, más del doble de lo que un europeo debe recorrer para ir de Lisboa a Ámsterdam. Europa es un soplido. Además, desde Trípoli deben atravesar el mar para llegar a Sicilia.

El largometraje es una historia de migrantes, de personas que son superadas por una realidad agobiante, con el ensueño de mejorar sus vidas y ayudar a los suyos desde lejos. 

Yo capitán
Yo capitán está actualmente en cartelera en Venezuela

En la trama, los adolescentes viven en un lugar pobre, pero no por ello son expuestos por el autor a una realidad grotesca. Tan solo se ven personas que en la precariedad han afianzado una rutina para el sustento más inmediato, una dinámica no exenta de la cercanía familiar de quienes forman parte del entorno. Todo lo demás se supone por los detalles más mundanos de la cotidianidad.

De esta forma, los responsables de Yo capitán elaboran los matices para el viaje que realizarán estos muchachos que, a medida que se alejan de casa, encontrarán las más profundas inquinas en un mundo despiadado.

El filme es uno de los ejemplos más claros del llamado viaje del héroe, especialmente en el caso de Seydou, quien de ser llevado debe tomar el timón para arremeter los violentos virajes que trastocan su plan.

Matteo Garrone dosifica muy bien las implicaciones de los cambios de la realidad de los muchachos. La genuina ilusión por una mejor realidad, el miedo a lo desconocido, el atestiguamiento del peligro, la vileza que los embate y la contundencia de dejarse salvar para poder salvar. 

Yo capitán
El director de Yo capitán maneja muy bien la tensión del quien escapa a un sueño

Yo capitán es una narración que se hila como fina artesanía. Hay un elemento común de principio a fin y es la presencia silente, pero poderosa del fútbol. Seydou y Moussa llevan en todo momento camisetas de equipos de fútbol europeos. Al principio desvencijadas, pero medianamente limpias. Luego se van ensuciando cada vez más. Un simbolismo aparentemente menor, pero reflejo del ímpetu que los llevó a salir del hogar. 

Esa presentación de la gloria que les cubre el pecho. La ilusión de triunfo que tienen todos, en este caso, en un campo que se extiende en un desierto sin gradas. 

El largometraje presenta los horrores de las fronteras, especialmente aquellas de estados fallidos, en los que el caos no entiende de empatías. Sin embargo, en toda adversidad hay encuentros con aquellos que también buscan lo mejor. Y es ahí donde surgen los lazos que sostienen las voluntades.

De eso se trata Yo capitán, una película que sabe contrastar la inmensidad del terreno y su belleza, con la crudeza de quienes escriben las páginas de la crueldad que se puede encontrar en el mundo.

Matteo Garrone entiende esas ambivalencias y las plasma en esta obra que estuvo nominada al Oscar como Mejor película internacional, y que ganó Mejor película europea en San Sebastián y compitió por el León de Oro en Venecia.

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